Para diagnosticar la ELA el medico elaborara una
historia clínica que incluya fuerza y resistencia. Un examen físico de
la fuerza muestra debilidad, que a menudo empieza en un área. Puede
haber temblores musculares, espasmos, fasciculaciones o pérdida de
tejido muscular (atrofia). Igualmente, es común que se presente atrofia y
fasciculaciones de la lengua.
Asimismo, la marcha de la persona
puede ser rígida o torpe. Los reflejos son anormales. Hay aumento de los
reflejos en las articulaciones, pero puede haber una pérdida del
reflejo nauseoso. Algunos pacientes presentan dificultad para controlar
el llanto o la risa, lo cual algunas veces se denomina "incontinencia
emocional".
Ya que los síntomas de la ELA pueden ser similares a
aquellos de una gran variedad de otras enfermedades o trastornos más
fáciles de tratar, hay que realizar los exámenes apropiados para
descartar la posibilidad de otras enfermedades.
Una de estas pruebas
es la electromiografía (EMG), una técnica especial de registro que
detecta la actividad eléctrica en los músculos. Algunos de los hallazgos
de la EMG pueden apoyar el diagnóstico de ELA.
Otra prueba común
mide la velocidad de conducción de los nervios (NCV, por sus siglas en
inglés). Anormalidades específicas en los resultados de la NCV pueden
sugerir, por ejemplo, que el paciente tiene un tipo de neuropatía
periférica (daño a los nervios periféricos) o miopatía (enfermedad
muscular) en vez de ELA.
El médico puede ordenar una resonancia
magnética (MRI, por sus siglas en inglés), un procedimiento no invasivo
que utiliza un campo magnético y ondas de radio para hacer imágenes
detalladas del cerebro y de la médula espinal. Aunque a menudo los
exámenes de resonancia magnética son normales en pacientes con ELA, es
posible que revelen problemas que puedan estar causando los síntomas,
como un tumor en la médula espinal, un disco herniado en el cuello, una
siringomielia, o espondilosis cervical.
De acuerdo con los síntomas
del paciente y los resultados del examen médico y de estas pruebas, el
médico puede ordenar exámenes de sangre y orina para eliminar la
posibilidad de otras enfermedades así como exámenes de laboratorio de
rutina. En algunos casos, por ejemplo, si el médico sospecha que el
paciente tiene una miopatía en vez de ELA, es posible que realice una
biopsia muscular.
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